Horticultor/a

Identificación

Nombre propio del elemento
Horticultor/a
Otras denominaciones
Agricultor, campesino, hortelano
Tipo de elemento
Agricultura, Regadío, Secano
Grupo y/o comunidad
Los huertos abundaban en el Pla de Sant Jordi, ya que la comarca se asentaba sobre la explotación agrícola y ganadera. Los horticultores vivían tanto en los núcleos urbanos: Sant Jordi, s’Aranjassa, sa Casa Blanca… como en sus respectivos huertos, diseminados por toda la comarca. La mayoría eran minifundios. Por ejemplo, alrededor del camino de Son Fangos se computaban unos sesenta huertos.
La desecación del Prat de mediados del siglo XIX, fue una apuesta por parte de las autoridades de transformar el Pla en un lugar que contara con terrenos de primera calidad de cultivo, pero cabe decir que ya existía con anterioridad una cultura de la huerta, enclavada en la Horta Baixa, cercana a Palma, que contrarrestaba con la denominada Horta Alta que abarcaba la zona de Son Sardina, sa Indioteria y Sant Bernat.

Idioma de expresión/ variante dialectal
Catalán/ mallorquín
Código
IPCIM-1-002
Breve descripción
El trabajo del horticultor consiste en el arte de cultivar huertos: sobre todo verduras, legumbres y frutas.

Localización

Localización
Mallorca, Palma, Pla de Sant Jordi
Descripción de la localización/ espacio
La Huerta de Levante agrupaba dos zonas bien definidas, tanto en el ámbito físico como en el humano: la Horta Baixa y el Pla de Sant Jordi. Nuevos terrenos resultantes de la desecación del Prat se desplegaban desde la costa hacia es Molinar y la carretera de Manacor; extensión que el camino Fondo, en dirección Llucmajor, rompía en dos secciones. La Horta Baixa estaba caracterizada por una horticultura tradicional, mientras que el Pla reunía el cultivo intensivo moderno. Pero dentro de la comarca también se encontraba, entre otros, el Hort des Ca o el Hort d’es Caire que cedieron sus campos a la fábrica de gas y electricidad del Molinar.
Georeferenciación

Datación

Fecha de realización
Todo el año
Periodicidad
Descripción de la fecha de realización/ periodicidad
La Huerta de Levante agrupaba dos zonas bien definidas, tanto en el ámbito físico como en el humano: la Horta Baixa y el Pla de Sant Jordi. Nuevos terrenos resultantes de la desecación del Prat se desplegaban desde la costa hacia es Molinar y la carretera de Manacor; extensión que el camino Fondo, en dirección Llucmajor, rompía en dos secciones. La Horta Baixa estaba caracterizada por una horticultura tradicional, mientras que el Pla reunía el cultivo intensivo moderno. Pero dentro de la comarca también se encontraba, entre otros, el Hort des Ca o el Hort d’es Caire que cedieron sus campos a la fábrica de gas y electricidad del Molinar.

Descripción

Descripción general
La vida del horticultor del Pla de Sant Jordi no difiere mucho de la vida de los campesinos de Mallorca. Trabajaba de sol a sol, y dependiendo de la estación del año realizaba unos trabajos u otros.
Rosselló Verger estableció que una familia de horticultores se levantaba, en verano, sobre las cinco de la mañana, dedicando la primera hora a ordeñar las vacas, así como a darles de comer (trabajo que realizaba con frecuencia una persona contratada: el vaquero).
La siguiente hora la dedicaban a regar y escardar, para después desayunar y ponerse conel arado y el abono. Antes de comer y la correspondiente siesta recolectaban la hortaliza. Posteriormente, volvían a ordeñar las vacas para segar alfalfa por la tarde. Antes de cenar se realizaba una revista del día o bien se preparaba la “somada” (carga equivalente a 125 Kg.), que era la fruta y la verdura que se llevaría al día siguiente al mercado para vender. Poco después, se hacía una velada y se iban a dormir.
En invierno, dicha familia de horticultores dedicaba más horas a dormir y se levantaban hacia las siete, y antes de un largo desayuno se ordeñaban las vacas y se daba de comer a los animales del establo. Después se araba y se preparaba las semientas o bien se sembraba directamente sobre la tierra. A continuación, recolectaban y cortaban leña para comer al mediodía y sin descansar regresaban al establo a ordeñar, limpiar y dar de comer a los animales. Por la tarde segaban la alfalfa y el forraje, y se alimentaba otra vez a los animales poco antes de cenar, haciendo una breve velada antes de ir a dormir.
Los entrevistados difieren de los trabajos que realizaban hombres y mujeres, muy marcados por el esfuerzo. Si las mujeres, por normal general, regaban o daban de comer a los animales, los hombres araban y segaban.
El horticultor trabajaba diversos cultivos, de entre los cuales cabe destacar.

Secano
Arboricultura: higuera, almendro, algarrobo y morera.
El olivo abundó siglos atrás en el Pla, así como la vid, pero a mediados del siglo XX ya eran cultivos residuales o bien habían desaparecido.

Herbáceos: la desecación del Prat supuso el auge de los cereales (una de las razones principales que motivó el proyecto), pero ya bien entrado el siglo XX el cultivo de trigo quedó relegado al consumo doméstico. La cebada y la avena se cortaban en verde para servir como pasto.
En el secano era usual la práctica de la rotación de cultivos: cereales, forraje y leguminosas. 

Regadío
Arboricultura: árboles frutales: manzanos, perales, cerezos, naranjos, limoneros, albercoqueros… Los frutales, según la memoria oral, se disponían normalmente para el consumo propio.
Horticultura: desde mediados del siglo XIX ya se cultivaba gran variedad de hortalizas, tanto de invierno: coles, coliflores, boniatos, acelgas, espinacas, rábanos... como de verano: berenjenas, pimientos, tomates de ramillete y de pera...
Hacia 1880 se introduce el boniato rojo que con el tiempo es sustituido por el boniato amarillo. En el período 1917-1918, el Pla se cubre de hortalizas y pastos a causa de la introducción de vacas foráneas, como la frisona, mucho más lecheras que la antigua raza mallorquina.
De tomates había, antaño, de ramillete y de ensalada. El tomate de ensalada era un tomate pequeño y arrugado, muy parecido al tomate de pera, muy lejos de ese tomate grueso y liso de la actualidad. Buena parte de los tomates se sembraban en tierra. El enfilado es posterior.
Las lechugas se plantaban en tablas (que se denominan también hazas, y era una porción de terreno de forma cuadrangular separadas por caballones y surcos) de un “destre” (equivalente a 4,214 metros), que contaba con doce o quince docenas. Los pimientos, en el mismo sistema, rendía unos 20 kilos por haza y las berenjenas unos 30. Las coles llegaban a los 40-50 ejemplares. La col era uno de los cultivos más comunes del Pla y proporcionaba entre tres y cuatro cosechas.
Se encuentra también el “tap de cortí”, cultivo que promovió la producción del pimentón con diversas fábricas en la zona, como la fábrica Ramis, Fiol y Clar o la Estaca, que en 1958 producían unas 1.500 toneladas, y que promovía la fuerte demanda de la industria charcutera, sobre todo la sobrasada. Era trabajo de mujeres y niños “descapullar” el “tap de cortí” donde tenía el tronquito.
Esta industria decayó en los años 70 a causa de la importación del pimentón murciano. En numerosas casas se dedicaba una porción de tierra a dicha variedad, se enfilaba el “tap de cortí” y se dejaba secar, llevándolo después a moler. La memoria oral distingue dos tipos de “tap de cortí”: el dulce, de unos 8-10 cm de largo y redondo; y los picantes, que son las guindillas.
Tanto el “tap de cortí” como las hortalizas se regaban mediante bancales (“parades”). El bancal consistía en una porción plana de tierra que se dedicaba al cultivo de la hortaliza o las legumbres, separadas de las otras por un surco o caballón.
Decir “a parades” significaba que se hacían los surcos largos y se distribuía en una vuelta para que el agua llegara por todo el cultivo. La forma en U hacía que el agua se detuviera y de esta manera las plantas absorbían más. La distribución del bancal se realizaba con el arado y se hacía antes de sembrar. El agua para regar se extraía del subsuelo mediante un ingenio, sea éste una noria de tiro, un molino o una motobomba. El agua se almacenaba en una alberca, se abría la compuerta y se distribuía por los campos a través de las acequias y las hijuelas.
Cada porción de tierra tenía su portezuela, conectada a la acequia, y tenía una tapadera que se quitaba para distribuir el agua. Un cultivo se regaba una o dos veces por semana, hasta que arraigaba la planta. Una vez que arraiga la humedad llegaba a la raíz y no hace falta continuar regando.
La sementera de boniatos necesitaba tierra fuerte. Se ponía estiércol y dos o tres dedos de tierra, entonces se introducía un boniato y se cubría de nuevo de tierra. En cuatro semanas las yemas habían reventado y entonces se cortaban y se plantaban. Cada boniato produce yemas tres o cuatro veces. Antes de sembrar, a las yemas se les tiraba abono en polvo, y una vez sembrados se regaban. El abono, hecho de pez, se compraba en las Cooperativas.
En la patata se llegaba a conseguir una cosecha de seis o siete simientes en la primera siembra. La cosecha posterior se reducía a tres veces la siembra.
Para la hortaliza, por norma general, se empleaba el plantel, el cual se realizaba cerca de la alberca para tener el agua más a mano.
Con “marès” se confeccionaban unos cuadros, se depositaba abono en la parte inferior, se cubrían con tierra de buena calidad, se introducía la semilla y se tapaba con hojas de gamón que se habían cortado del soto, si bien se podía usar también tela de saco, pero la ventaja del gamón residía que al secarse dejaba entrever si la planta crecía. 
Era común también tapar el plantel por la tarde y para evitar que las heladas no quemaran las plantas; con esta finalidad se ponían encima tela de saco o vidrio.
Para plantar la hortaliza se hacían surcos. La longitud del surco la marcaba el terreno y las zonas de cultivo. A las dos semanas de sembrar era común el uso del arado de tres rejas y se araba de una planta a otra quitando la hierba (la planta quedaba en medio).
Las plagas más comunes que afectaban a los cultivos del Pla de Sant Jordi eran la “rosquilla negra”, una plaga muy polífaga que afecta a una numerosa variedad de plantas; y el escarabajo de la patata. Para las plagas se utilizaban los conservantes a modo de fertilizantes, demorando la infección. Se aplicaba azufre para evitar las enfermedades de la planta.
También era habitual hacer hormigueros para hacer explotar los huevos de los insectos, y evitar así que hubiera langostas, orugas... El hormiguero se hacía a base de estopa, acebuche y pino, y se le prendía fuego, tirando sobre éste terrones de tierra para que explotaran los huevos.
El resultado se extendía sobre la tierra, se pasaba la “biga” y se repartía la ceniza con espuertas, a mano.
Otro de los cultivos más extensos era la alfalfa. La alfalfa es una planta leguminosa que se utiliza como a forraje tanto para los equinos como los bovinos y ovinos. El Pla de Sant Jordi se caracterizó por este cultivo a causa de la progresiva salinización de las aguas, asimismo se adapta a todo tipo de terrenos. También se promovió a raíz de la especialidad de la ganadería entorno a la industria lechera y la cría de caballos. Algunos horticultores se dedicaron exclusivamente a este forraje por el elevado rendimiento económico que obtenían. Según la memoria oral, las vacas no comían pienso, sino que se alimentaban de verde, de avena, de hierba, de grano o de alfalfa. También consumían la denominada “pallada”, que consistía en bañar la paja, a la cual se le añadía harina de cebada y se mezclaba.
La sementera de la alfalfa se preparaba sobre caballones, y se hacían amelgas, que son cada uno de los surcos que se realizan cada seis pasos en el campo que se debe sembrar o labrar.
Esto servía de guía al horticultor para tirar la semilla o dar la reja. El trabajo más duro era labrar y girar la tierra. Se podía usar la cultivadora o bien un arado con pala; y después se aplanaba la tierra con la “biga”, consiguiendo que el agua siempre fuera hacia abajo.
La alfalfa se puede sembrar en el mes de febrero o en el de septiembre. En primer lugar, se depositaba el estiércol (de buey, vaca o caballo mezclado), unos cuatro palmos. A semejanza de los otros cultivos, muchos horticultores afirmaban tener vacas para obtener estiércol que mezclaban con paja y después se escampaba. El horticultor confiaba del estiércol producido por su ganado, si bien había estercoleros que llevaban abono desde Palma. Aparte del estiércol de origen animal, el horticultor añadía hortalizas podridas que no había podido vender. El abono no podía secarse, se debían enterrar sino perdía calidad. Para introducirlos en tierra se utilizaba el arado de ruedas tirado por uno o dos caballos y después se pasaba la atabladera.
Según la memoria oral también se tiraban algas. Era común que el campesino fuera con carros a recolectarla al litoral.
Una vez el terreno estaba abonado y preparado, el horticultor consultaba el almanaque y preparaba la siembra para cuando había luna nueva o cuarto creciente, teniendo en cuenta también si iba a llover.
Si se sembraba en cuarto menguante, la alfalfa era como una aguja, brotaban tres hojas pequeñas que se volvían blancas y moría. Se araba con surcos profundos y se debía evitar que algunos insectos, como las hormigas, escamparan las semillas por los caminos.
La semilla de la alfalfa es pequeña como una pulga y se sembraba a voleo. El horticultor se colgaba una espuerta al cuello, repleta de semillas, y las arrojaba con la mano mientras caminaba.
La semilla que se utilizaba provenía de una simiente que ere una mata vieja de siete o diez años que tenía entre veinte y treinta yemas, y se rociaba habitualmente para evitar los insectos. La semilla que se extraía era la que se escampaba directamente en el campo. Era usual también lanzar un salva granos para las ratas, los escarabajos y un gusano que se denomina «gramanera»
Además, la semilla de la alfalfa se podía tener guardada medio año o un año. Si se ponía en una maceta y se regaba, cuando tenía dos o tres palmos se metía debajo de la cama y se volvía blanca, y se podía comer. Era un germinado.
Si llovía no se regaba y si no llovía se regaba mediante las acequias que transportaban el agua desde la alberca y la cual se regulaba con la paleta según la necesidad de cada bancal; esta tarea se realizaba cada ocho días. Para detener el agua se formaba un montoncito de tierra, de este modo el agua se extendía y se regaba por inundación.
En aquella época se empleaba el molino con bastante frecuencia, de noche y de día. Además, la alberca tenía unas aperturas en la parte superior por donde se desbordaba el agua y ésta iba directamente a los bancales adyacentes. Si se quería regar campos más alejados, el agua se canalizaba mediante hijuelas.
A la alfalfa crecida le podía perjudicar el morbo, una enfermedad donde la tija quedaba cubierta de bultos parecidos a verrugas. En junio, para evitarlo, se le ponía abono. No era un abono granulado, sino fino como harina. También se le ponía mucho sulfato de hierro para matar caracoles y gusanos. Otros enemigos de la alfalfa eran el «papalló» (gorgojo) que es la carcoma del trigo, y el «pollet».
La alfalfa se recolectaba con frecuencia. La primera sembrada se segaba a los dos o tres meses y no se debía cortar de raíz. Después, a partir del verano, se segaba cada tres lunas (21 días).
Una sembrada duraba cinco o seis años, y solo se debía de regar y segar. En el invierno, la alfalfa no crecía, descansaba, y a mediados de febrero ya comenzaba a brotar.
Si llovía cuando la alfalfa estaba segada, se pudría y los caballos no la querían.
Los hombres segaban con guadañas, aunque después utilizaron máquinas (segadoras). Los horticultores hacían gavillas y las ataban con vencejo. Todo el mundo ayudaba a segar y barcinar, es decir, cargar las gavillas en un carro, caracterizado por ser de aquellos largos. La alfalfa se segaba, se secaba y se extendía, haciéndose tiras largas, se viraban con una caña y se hacían las gavillas, aunque en numerosas ocasiones se vendía verde. Para 10 kilos de alfalfa hacían falta 30-40 kilos de alfalfa verde. Los campesinos decían que la alfalfa seca da más fuerza al animal que la verde. A las vacas se les daba de todo, pero los caballos que trabajaban, que araban, comían alfalfa seca. También se alimentaban de paja y habas.
Por norma general, la siega de alfalfa se encargaba a quipos volantes (jornaleros).
Otros forrajes que se cultivaban fueron el sorgo y el maíz.
Entre los cultivos más singulares, a lo largo del siglo XX, está el arroz, que no arraigó, aunque se pensaba que las condiciones del Prat eran favorables; el cáñamo, que ya no se cultivaba a principios del siglo XX; y el algodón, que se introdujo hacia 1888, pero que no prosperó como cultivo extensivo. 
La floricultura se extendió a mediados del siglo XX. 
Historia y transformaciones del elemento
Desde tiempos pasados, el Pla de Sant Jordi ha estado vinculado a la agricultura, tanto en el cultivo de secano como en el de regadío. Antes de la desecación del Prat, en el cenagal que ocupaba el centro del Pla, ya había un conjunto de rafales y haciendas. Cabe destacar la existencia de la Horta Baixa, que recogía la experiencia de horticultores en una zona favorecida por la calidad de la tierra y el agua que se extraía del subsuelo mediante norias de tiro; esta huerta la cruzaban los torrentes de Barberà y Gros.
La Huerta de Levante de Palma incluía dos zonas: La Horta Baixa, de horticultura tradicional, y el Pla de Sant Jordi, recuperado con la desecación y dedicado a un cultivo intensivo moderno.
En el Pla de Sant Jordi abundaban los pinos, las encinas y el lentisco, así como el acebuche, el romero, la sabina, el chopo y los juncales.
La desecación del Prat de mediados del siglo XIX con el drenaje del humedal y el descuajo practicado en zonas de bosques bendijo la extensión de la agricultura. Cabe decir que la desecación de la insalubre marisma rodeada de coscoja y pinar, denominada Prat, cambió tanto la concepción del paisaje de la comarca como su papel socioeconómico. 
El proceso de parcelación de las haciendas, es decir, el paso del latifundio al minifundio lo favoreció la desecación, si bien este proceso ya se había iniciado antes. Por ejemplo, en 1806, una parte de la hacienda de Son Ferrer se había puesto a la venta en parcelas.
Algunos especialistas abogan por la existencia de una laguna en tiempos antiguos, cuestión que refuerzan numerosos vestigios prehistóricos de la zona y que se corrobora durante la incursión catalano-pisana del siglo XII, cuando el Pla se conocía como el Pla de Catí, Ramora o Forenna. Después de la conquista catalanoaragonesa de 1229-1230, la comarca, que no era muy productiva, quedo conformada por latifundios y alguna alquería que se dedicaba a la ganadería: Son Mir, Son Gual, Son Sunyer, Son Santjoan, Xorrigo, s’Aranjassa... En el siglo XIV, ya se estudió un proyecto de desecación que promovieron los Jurados (el consejo municipal), pero parece que no se llevó a cabo. Durante el siglo XVI, el historiador Joan Binimelis hace referencia a los gases putrefactos que desprendían las lagunas del Prat. En 1770, en un proyecto de desecación promovido por los diputados del Común y el Síndico personero (un tipo de defensores del pueblo) se indicaba: «se advierten vestigios assi de la zanja maior como de los surjos por donde antiguamente se dava sin duda salida a las aguas y de que fue por consiguiente aquella tierra de labranza; y aunque no basten en el dia aquellas obras ya descompuestas para excurrir las aguas; pues la zanja no llega al mar, sino a los estanques [...]». Ello puede evidenciar que sí, que hubo un intento de sanear el área. Pero en el siglo XVIII, el Prat continuaba siendo una planicie pantanosa que interesaba a los ilustrados mallorquines para ejecutar proyectos de saneamiento. Había dos propuestas: transformarla en una albufera similar a la de Alcúdia o sanear los terrenos, lo cual, además, suponía una mejora para la salud pública, y fomentar el cultivo de trigo para paliar el hambre y la dependencia del comercio exterior de cereales. Así quedaba reflejado en el proyecto de 1770 cuando indicaba: «Es igualmente notorio el beneficio que resultaría al abasto público de que aquella tierra se redujese a cultivo, dándose curso a las aguas estancias que causan aquella infección.» (BSAL 1924: 137). Pero el proyecto parece que se abandonó por la incapacidad técnica y el alto coste económico que suponía en aquel momento.
La opinión sobre la desecación llegó a la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País que, a raíz de la inundación de 1814 —con importantes pérdidas humanas— realizaron las primeras obras de saneamiento de la mano del teniente coronel Pedro Rodríguez. La activación de planes de desecación para aumentar la agricultura, sobre todo cereales, también tenía como objetivo conservar la salud pública y buscar una mejora económica para la comarca, y ello supuso la formación de una Comisión en 1818 con el objetivo de desecar el Prat. Era complicado convencer a la población local de la viabilidad del proyecto y parece que Rodríguez no tuvo el impulso suficiente para llevar a buen puerto la totalidad del proyecto, que quedó paralizado por la peste de 1820-1821.
El proyecto se reactivará con un nuevo director, Joan Sorà (1788-1855) que utilizó mano de obra presidiaria para las obras. Los presos enfermaban con frecuencia de paludismo, ya que como dijo Lluís Pou, catedrático de agricultura del Instituto Balear, el Pla de Sant Jordi era un paisaje cubierto de aguas estancadas y corrompidas que afectaba irremediablemente a la gente que allí vivía; un caldo de cultivo para la profusión de la malaria (enfermedad que se conocía como «ses febres»).
El ingeniero holandés Paul Bouvij de Schorenberg llegó a Mallorca en el año 1835 como encargado de unas minas de lignito de Binissalem, pero se dedicó a otros proyectos, como el anteproyecto de canalización de las aguas de la Font de la Vila y la desecación del Prat de Sant Jordi (dada su experiencia en la desecación de zonas húmedas en Holanda).
Compensado por la imposibilidad de ocupar una plaza de catedrático en el Instituto Balear por su origen extranjero, Bouvij pasó a ser socio de mérito de la Sociedad de Amigos del País. El ingeniero se comprometió con las familias Rocabertí, Conrado, Bennàser y Gual (propietarios del Pla) en desaguar el Prat y favorecer los campos de cultivo.
El asunto era que las lluvias no debían afectar al terreno, a excepción de que se trataran de lluvias torrenciales o catástrofes imprevisibles. Tanto el trabajo como los efectivos corrieron por cuenta de Bouvij, que clasificó los terrenos en tres grupos: a) los anegados continuamente; b) los inundados periódicamente, con pastos y arbustos; y c) los cultivos, que podían inundarse en años excepcionales. Esta clasificación marcó el baremo de precios de los terrenos.
En 1845, Bouvij regresó a Mallorca después de una desastrosa aventura en el Montseny (Cataluña) y en 1846 constituyó, con su amigo Paul Vernière, la sociedad anónima Compañía de desecación del Prat de Sant Jordi, que emitirá, en 1848, un informe de los trabajos a realizar. En dicho informe se cita la instalación de un molino de viento, con ruedas de paletas, para poder desaguar con facilidad una vez finalizado el trabajo. El informe también habla de la excavación y el arreglo de una red de pequeños canales y acequias. También consta la ejecución de los estanques con el mar y de la acequia central del canal principal, que iba desde el camino de Manacor hasta el Prat de Son Oliver.
Finalizadas las obras, hacia 1849-1850, se comenzó a roturar la tierra, es decir, labrar el terreno por primera vez para cultivarlo.
También comenzaron a levantarse construcciones para asentar la agricultura. Entraron en escena los rozadores, que se dedicaban a cortar malas hierbas, zarzales y a aplanar la tierra, transportando tierra y escombros para preparar las tierras para cultivos. 
Los terrenos saneados se dedicaron al cultivo de trigo, cáñamo, hortaliza y alfalfa. La empresa enriqueció a Paul Bouvij, que explotó las tierras de Cas Soldat y Cas Francès.
Durante un tiempo se continuó roturando terrenos y se perfeccionaron o rectificaron algunas canalizaciones. En 1863 se instalaron, en el manantial de Son Mir, motobombas de vapor. El archiduque Luis Salvador señalaba que numerosas fueron las casas, molinos y norias construidas, así como acequias desplegadas para regar las plantaciones de hortalizas gracias a la abundancia de agua que se obtenía con escaso esfuerzo, ya que se ubicaba a muy poca profundidad. Aquel lugar que había sido yermo se cubría entonces de higueras y almendros, convirtiéndose en un lugar salubre y agradable.
En 1886 el médico Tomàs Darder publicó la denuncia de Lluís Pou sobre el abandono de las obras y el mantenimiento de las acequias del Pla de Sant Jordi. La obstrucción de algunos canales favoreció la formación de aguas estancadas que después de días de lluvia intensa ayudó a la propagación de episodios de malaria durante el bienio 1884-1885. Enfermedad de la cual Enric Farjanés hizo un estudio en 1902, señalando como foco el Pla de Sant Jordi y el amurallamiento de Palma.
Hacia 1920, el canal principal se ensanchó. Cabe decir que la construcción masiva de molinos de viento de extracción de agua para poder regar los campos contribuyó de manera más efectiva a la desecación del Pla que todas las obras de drenaje, y entonces el Pla se convirtió en la despensa de Palma. La inmigración masiva de los pueblos de Mallorca desde 1900 a 1930 (corroborado en la memoria oral), establece una sociedad agraria de fuertes raíces y, gracias a la abundancia del agua y su tierra fértil, el Pla de Sant Jordi se caracteriza por huertos muy productivos que vivieron un período de apogeo en los años 50 del siglo XX, además de conocer una ganadería especializada en razas de vacas foráneas y la instalación de una industria agroalimentaria (leche y pimentón, por ejemplo).
Gente de Llucmajor inició la colonización de Son Sunyer, así como de s’Aranjassa, a los que hemos de sumar colonos de Vilafranca y Marratxí. En el triángulo de la huerta se asentaron pobladores oriundos de Algaida, Santa Eugenia y de sa Pobla. A finales de los años 50-60 se establecieron inmigrantes peninsulares provenientes de Jaén, Albacete y Murcia.
En la actualidad, sobrevive, del recuerdo del antiguo pantano, el área de Ses Fonatenelles y alrededores del camino de Son Fangos, que se habilitó durante un tiempo para extraer magnesio y sal común
La construcción del aeródromo militar, que después supuso el emplazamiento del futuro aeropuerto de Son Sant Joan, es otro hecho que influirá en la agricultura del Pla de Sant Jordi, desapareciendo huertas por la necesidad de territorio y afectando directamente a la calidad del agua, si bien está ya sufría una salinización galopante por la extracción masiva que se realizaba. La salinización perjudica al huerto, sobre todo a la judía y la col. Y si bien el pimiento, el tomate y la remolacha aguantan una concentración aceptable de sal, es la alfalfa el cultivo menos afectado. Según Rosselló Verger la salinidad permite delimitar la zona preferentemente ganadera (alfalfa) de la hortícola (col, pimiento, berenjena…). Según Grimalt y Rodríguez la salinización progresiva del nivel freático provocó la crisis del sector agrario, no sólo por la sobreexplotación del agua para el regadío, sino también las necesidades urbanas del recurso del agua subterránea, acompañada de esta pérdida de calidad del agua que cambió los tipos de cultivo, mayoritariamente hortícolas, a forrajes, más vinculados a la industria lechera. 
Los inicios de Son Sant Joan como aeródromo se remontan a 1933. Durante la Guerra Civil (1936-1939) se conviertió en campo de aviación militar. No será hasta 1959 cuando se iniciarán las obras del actual aeropuerto convirtiéndose en campo de aviación civil, ampliándose a partir de 1961, y así progresivamente con una nueva terminal, una segunda pista (que supuso la desaparición de gran parte de las tierras de cultivo más óptimas y el corte de algunos caminos como el Camino de Llucmajor y el de Montaña), otras dependencias, etc. La expropiación de huertos y terrenos significó que muchos hortelanos abandonaran el campo y se marcharan al Sector Secundario (construcción) y Terciario (turismo). No hay duda que la construcción del aeropuerto impactó sobre el sector agropecuario del Pla de Sant Jordi, sobre todo en las tierras más cercanas, por la contaminación de los niveles subterráneos de agua. El aeropuerto también comportó que un motor económico como el turismo tuviera una importancia sin precedentes en la comarca. 
La balearització comienza en s’Arenal y en el litoral se construyen hoteles y se incrementan las segundas residencias. Esto cambió el medio ambiente del Pla de Sant Jordi. Todo el entramado ejecutado por Bouvij: canales, hijuelas, molinos… se vieron afectados por una barrera de hoteles, caminos asfaltados, la expansión del aeropuerto… que provocaron que muchas zonas se inunden con facilidad cuando llueve.
Esta profunda transformación la culmina, tal vez, la construcción de la autovía Ma-15, finalizada hacia el 2006/7, arrasando molinos y sistemas de riego. Alteraciones de la zona que aumentarán con la construcción de polígonos comerciales que afectarán directamente a los terrenos de cultivo.
En 1971 y en 1975 se construyeron las depuradoras EDAR I y EDAR II con el objetivo de preservar de la contaminación la zona de la Playa de Palma y sanear así la bahía. Las aguas depuradas se utilizaron, desde 1973, en la agricultura (azotada también por la crisis del petróleo), gracias a una red de regadío. Los testimonios orales recogidos dicen que esta agua sólo servía para regar alfalfa y cereales y que no era recomendable para la hortaliza. A raíz de la construcción de las depuradoras se creó la Sociedad Agraria de Transformación de Regantes, encargada de controlar el uso del agua depurada. Desde 1998 se incorporó un tratamiento terciario que mejora la calidad del agua depurada, lo cual permitió el riego de parques y jardines, la limpieza de calles, etc.
En la década de 1990, el cultivo de hortaliza se fundamentaba en el autoconsumo y el cultivo de la alfalfa se comercializaba para el consumo del ganado ovino y caballar. En los últimos años se ha intentado promocionar la agricultura ecológica.
En el estudio demográfico de Grimalt quedá bien reflejado como, en 1930, los agricultores representaban un 89,17% de la población activa para pasar, en 1980, a representar el 26,58%, lo cual ya remarca una profunda transformación, que recibe el golpe de gracia con las políticas de la UE sobre reducción de las vaquerías y la producción de leche, cuestión que llevó a los cultivos a un abandono gradual.
En la actualidad, algunos horticultores sobreviven con la horticultura ecológica y los cultivos de alfalfa todavía ornamentan los campos del Pla.
Materia primera
Semillas
Procesos y preparativos
1. Preparar la sementera o los planteles. Arar y abonar.
2. Sembrar a voleo o bien usando una sembradora.
3. Pasar el arado de tres rejas o entrecavar para eliminar las malas hierbas.
4. Regar el cultivo mediante los bancales o red de hijuelas que reciben agua desde la alberca del molino de extracción, aunque el agua también se extrae con norias de tiro o motobombas.
5. Rociar o azufrar el cultivo para combatir las plagas.
6. Recolectar o segar, en el caso de los cereales y los forrajes.
7. Preparar el género para la venta.
8 Transportar el género hasta el mercado para venderlo.
Objectivo de la actividad/proceso/ técnica
Hortalizas
Distribución/ consumo
Los campesinos vendían, mayoritariamente, las hortalizas en los mercados de Pere Garau y del Olivar de la ciudad de Palma.
La hortaliza, una vez recolectada, se cargaba, al alba, en el carro, para partir de madrugada hacia el mercado. Esta carga recibía el nombre de “somada”, que antiguamente correspondía a la carga de un animal de baste, equivalente a unos tres “quintars” (125 Kg). Dentro del carro, el género se transportaba en cuévanos y canastros. Era costumbre portar las berenjenas y los pimientos en cuévanos de un metro y medio de alto que se tapaban con telas de saco que se fijaban con cuerdas.
Una vez se descargaba la mercancía, el horticultor dejaba el caballo y el carro en las cuadras de s’Hostal de la Penya o en el Hostal Fondo, situados en el inicio de la carretera de Manacor. Cuando acababan, iban a buscar el caballo y el carro, se lo llevaban hasta la plaza de Pere Garau o el Olivar, se cargaban canastros y cuévanos vacíos, y de vuelta al huerto.
Con el tiempo, el horticultor se encontró con el problema de los mayoristas intermediarios, quienes encarecían el precio del género de cara al consumidor, lo cual le perjudicaba directamente. Antes, el campesino recogía y vendía en los mercados, pero con los intermediarios los precios que se pagan al campesino son irrisorios y es el intermediario el que gana. En ocasiones, según la memoria oral, no pagaban al horticultor lo acordado con la excusa de que el producto se había podrido.
La alfalfa daba más dinero que la hortaliza. Con la especialización de una ganadería lechera en el Pla, este cultivo conoció un período de auge que, además, iba paralelo con el uso habitual de los animales de tiro en el campo o la cría de caballos en toda Mallorca. Según la memoria oral, se vendía alfalfa en Alcúdia, en el Castillo de Bellver, Can Franco, Santa Maria del Camí i Bunyola…
La producción de alfalfa supuso la instalación de una planta secadora en el Pla de Sant Jordi en 1997, financiada con dinero público y que obtenía el forraje de unas cuarenta fincas del Pla. La planta producía unas 5 Tm por hora y la alfalfa seca se destinaba esencialmente como alimento del ganado bovino del Migjorn de Mallorca.
En el año 2003 se invirtió en mejoras, ya que el carro picador se averiaba con frecuencia a causa de las piedras recogidas en los campos de alfalfa, esto provocaba que el producto final apareciera troceado de manera defectuosa o sin cortar. Ello obligaba a pasar por un nuevo proceso de secado que encarecía el producto. El tubo de secado también sufría embozos y eso hacía que se perdiera parte del producto o que fuera de menos calidad.

Oficio/ conocimientos técnicos
El horticultor conocía la tierra por experiencia, pero también observaba los astros, sobre todo la luna, para decidir cuándo sembraba o cuándo recolectaba. Por eso, utilizaban los almanaques o los pronósticos, que proporcionaban información sobre fechas, fases lunares y fiestas religiosas (santoral), días de mercado... con predicciones del tiempo para todo el año, consejos para los agricultores y ganaderos, citas y proverbios, historias moralistas, cuentos, etc.
Herramientas, infraestructuras y objetos empleados y/o accessorios
Azadón: herramienta de hoja triangular unida a un mango de madera curvado que se utiliza para hacer Hoyos o mover la tierra. Generalmente se emplea para cavar surcos, hacer Hoyos para sembrar árboles, preparar la tierra destinada al cultivo de hortalizas, amontonar y escampar la tierra de los hormigueros, etc.
Azada: herramienta que consiste en un hierro acerado acabado en un corte amplio o bien en punta. A través de un ojo se acopla un mango de madera de unos 70-90 cm de largo. Se usa para diferentes trabajos agrícolas como cavar, arrancar, cortar…
Bidente: herramienta con dos puntas paralelas de hierro acerado que se emplea para mejorar la arada, cavando en los espacios donde la tierra no es muy dura para romper la costra del suelo, deshacer los terrones de tierra y sacar las malas hierbas (entrecavar). También se usa para hacer lobas [lomo no removido por el arado, entre surco y surco], cavar los alrededores del tronco de los árboles, hacer los bordes de un terreno arado, arrancar cepas, patatas, etc.
Escardillo de huerto: se emplea para entrecavar algún terreno pequeño, hacer hoyos no muy fondos y arrancar malas hierbas.
Cenacho: recipiente hecho de palma o de esparto, más amplio de boca que de fondo, que sirve para contener y transportar áridos, almendras, higos…
Desterronador: herramienta que se utiliza para romper o chafar los terrones y aplanar la tierra. Se trata, generalmente, de una pieza rectangular formada con planchas o tablas de madera con púas de hierro en la parte inferior, unidas por dos traveseros. Si no tienen, se usa la «biga», que es un tronco de madera con dos hierros en ambos extremos (dos herraduras de caballo), a los cuales se enganchan dos cuerdas que arrastra un animal.
Cultivadora («rascle articulat» o «conxes»): utensilio del que tiran uno o dos animales que dispone de hileras diversas de dientes curvados que penetran en el terreno de manera superficial y remueven la tierra arrancando las malas hierbas y preparándola para la siembra.
Arados: el arado es un arreo que está formado de una pieza donde se fija la reja y de un timón donde va uncida el animal o animales para tirar. Sirve para remover y girar la tierra antes de sembrar.
«Arada prima»: el más común de los arados de Mallorca, se utiliza para todo tipo de cultivos. También se denomina «arada amb orelles» cuando consta de una sola reja y va acoplada a la cama o garganta de madera. Arado de ruedas: arada tirada por dos animales para realizar surcos profundos. Lleva dos palas, como el arado giratorio, y remueve más tierra. Estas aradas pesan entre 90 y 120 kg y tienen las palas dispuestas en dos hierros cortantes. 
Arado de tres surcos o rejas: arado con tres pequeñas rejas alineadas, cada una de las cuales pasa por un surco. Se emplea para remover la tierra y eliminar las malas hierbas de los sembrados; es común utilizarlo si se ha sembrado con la sembradora.
«Arada solcadora»: arado tirado por una caballería que se utiliza para abrir canales de riego en forma de U y para mantenerlos limpios.
Arado de arar habas: «arada prima» con dos rejas, se usa para la preparación de surcos para sembrar habas. Arado con palas: arado que sirve para girar la tierra y oxigenarla, existe la de pala fija y la de pala giratoria.
Sembradora: máquina que se utiliza para sembrar. El cajón para las semillas se sitúa sobre un eje que une dos ruedas y del cual salen unas rejas que son a la vez el conducto (cañones) por donde baja la semilla. En el Pla, parece, que era más común sembrar a voleo, a mano.
«Entrecavador»: herramienta que se utiliza para romper los terrones de tierra y remover la tierra cuando se ha sembrado (cuando el grano es pequeño) y mata las malas hierbas. El elemento está formado por estrellas metálicas que se unen a un eje central, de los extremos del cual y en la parte central se engancha con unas cuerdas el animal que tira. 
Hoz: herramienta consistente en una hoja de hierro acerado, curva y cortante, puesta en el extremo de un mango. Sirve para segar las mieses, la alfalfa y para cortar las hierbas, etc.
Guadaña: herramienta que se emplea para segar forrajes. Consiste en una hoja de acero, ligeramente curvada, de cuatro o cinco palmos de largo, puesta en un extremo de un mango más largo que se coge con las dos manos. De este modo el segador no se debe inclinar para cortar.
Trillo: rodillo troncocónico estrellado de piedra que va montado en un bastidor de madera que se engancha detrás de un animal y sirve para trillar los cereales sobre la era.
Horca de era: herramienta formada por un palo de madera acabado en uno de los extremos entre o cuatro púas. La de tres púas se utiliza para remolcar, girar y aventar la paja en la era.
Pala de aventar: pala que se usa en la era para tirar al aire el cereal para que el viento separe el grano de la paja que lo cubre o para pasar el grano o la pala de un montón a otro.
Cuévano: recipiente grande, de más o menos fondo, más amplio en la parte superior que la inferior, hecho de mimbre o de cañas, que sirve para transportar frutas o verduras dentro del carro.

Mecanización del campo

La explotación del minifundio en el Pla de Sant Jordi favorece el uso del arado y otras herramientas más manuales. Así y todo, fue habitual usar diferentes máquinas que facilitaba el trabajo agrícola.
Segadora: máquina que se emplea para cortar la hierba o las mieses, tirada por un animal que guía una persona. Está compuesta por una plataforma más o menos triangular de madera (barca), ruedas bajas de madera, una de las cuales consta de un asiento. Tiene dos tiras móviles de dientes en la parte delantera y, cuando está en movimiento, corta las mieses, que caen en la plataforma. El conductor, usando una horca, compone lo que cae en la barca.
Una segadora cubre de 4 a 5 ha. Cada 10 horas y requiere un período adicional de cuatro trabajadores para ir ligando los haces. Estas máquinas entraron en funcionamiento alrededor del año 1870, pero se popularizaron en la década de los treinta del siglo XX.
Trilladora: máquina que se utiliza para trillar cereales. Tal vez es de las máquinas más complejas utilizadas en los trabajos agrícolas, reuniendo un conjunto de mecanismos que cumplen las siguientes funciones: conducir las mieses al cilindro trillador, es decir, alimentar la máquina; separar el grano de la paja larga; limpiar el grano de impurezas y amontonar la paja con el tubo lanzador. Usualmente, la movía un tractor. En las Illes Balears, en 1932, había unas 54 trilladoras delante de las 301 que había en 1955.
Tractor: el uso del tractor se relacionaba con las fincas de extensión más grande y, como se ha señalado, el Pla de Sant Jordi era común el minifundio, por lo cual continuaba utilizando la fuerza animal en las labores agrícolas, tanto para tirar del arado como carro. Según la memoria oral, en los años cincuenta, en el Pla no había prácticamente ningún tractor, pero con el tiempo, este vehículo con motor comenzó a hacerse habitual para tirar de los aparejos del campo, mover otras máquinas agrícolas y tirar remolques. Las ventajas del tractor se fundamentan en el ahorro de tiempo y de trabajo, y la perfección de las tareas. Asimismo, supone la substitución de la tracción animal por la mecánica, si bien el cultivo de forrajes se mantuvo en el Pla a causa de la industria lechera y la cría de caballos. En 1932 había en las Illes Balears unos 54 tractores.
Formas de organización social/ organizaciones formales o informales

En la Huerta de Levante, que incluye la Horta Baixa y el Pla de Sant Jordi, al tratarse de una zona de cultivo intensivo, abundaba el minufundio y no era inusual encontrar parcelas de 1,5 ha, sobre todo las que se dedicaban al regadío.
Antes de la desecación, parte del Pla emergía como una zona repleta de pinares, coscojo, áreas pantanosas y terrenos yermos, la mayoría en manos de unas pocas haciendas que dedicaban estas tierras a la ganadería. Pero, el trabajo de Bouvij (desecación del Pla) originó tanto la partición de los latifundios como el saneamiento y la recuperación de terrenos para el cultivo, y eso implicó que pequeñas parcelaciones fueran a caer a manos de los pegujaleros como recompensa del trabajo fatigoso que habían hecho. La situación supuso un incremento de la presencia humana en la zona que, según Grimalt y Rodríguez, influyó en la creación de núcleos concentrados, la mayoría de estos en lugares elevados (huyendo del paludismo): Sant Jordi, s’Aranjassa, sa Casa Blanca... donde residían la mayoría de los jornaleros.
Era frecuente la parcelación en rectángulos, en que el molino de extracción de agua ocupaba el centro de la finca. Pocas veces se señalaba la separación entre parcelas y los muros se construían para limitar caminos, con el llamado camí de Muntanya, herencia de la trashumancia.

Los regímenes de explotación eran: a) la aparcería, donde el aparcero realizaba un contrato con el propietario y repartían a medias el capital de explotación: herramientas, ganado, sementeras, abono, etc., así como los beneficios reportados; b) el contrato de arrendamiento, donde el arrendador- cultivador entregaba al propietario un canon mensual, trimestral o anual, sin otro tipo de obligación que devolver la finca en la mismas condiciones en que la habían encontrado; c) asalariados, algunos propietarios explotan la finca con gente asalariada y es común que un mayoral dirija los trabajos en nombre del propietario.
El día de San Miguel, 29 de septiembre, marcaba el año agrícola y era usual pasar cuentas de todo el trabajo y la recolecta del verano. Algunos campesinos cambiaban de huerto con nuevos contratos, de las inmediaciones de Sant Jordi se marchaban al Hort de Baix, cerca del Coll d’en Rabassa o bien elegían el Hort del Ca. En los años 50, todavía operaban algunas haciendas como Son Oliver o Xorrigo, y muchos horticultores dependían de un señor, o bien de una hacienda o de los campesinos que habían acumulado tierras y ahora las arrendaban.
En los años 40, apareció la Cooperativa Agropecuaria de Son Suñer, encargada de la compraventa y la distribución de la producción agrícola con destino a los mercados de Pere Garau y el Olivar.
A principios de la década de 1950 se constituyó la Cooperativa Agraria de Sant Jordi. Tenía la sede en la calle Neira y el almancén en el Camino de Sant Jordi. Se dedicaba a comercializar hortalizas, y vendían semillas, abonos y productos fitosanitarios. Esta cooperativa estaba integrada por un centenar de socios.
El horticultor vivía en casas construidas con “marès” con vigas de madera que sostienen pisos y tejados. Sobre las bogas se colocaba el cañizo y, sobre, la teja árabe. La casa del horticultor del Pla recoge tanto el hábitat de las personas como el albergue de los animales, así como el almacenaje de las cosechas y las herramientas. La casa corriente, lejos de4 las haciendas, estaba constituida por un único bloque cubierto a dos aguas, con una planta baja con vestíbulo, dormitorios y cocina con la típica chimenea de campana, mientras que el piso superior se reservaba como almacén. En ocasiones, había una serie de construcciones anexas que reunían vaquerías, gallineros o las pocilgas. Un porche cubría a los residentes del calor y la lluvia, y era lugar de protección del carro. Era común la cisterna para recoger el agua para el uso doméstico y el molino de extracción de agua y la alberca dedicada al riego de los campos.
Como describe Antoni Mulet, las casas contaban con un mobiliario práctico: un baúl, sillas, mesa y banco; de las paredes colgaban cuadros de paisajes o bodegones y algún mapa amarillento. Los dormitorios eran sencillos.

Patrimonio relacionado (patrimonio natural/bienes muebles/bienes inmuebles/ bienes inmateriales asociados)
Catálogo de molinos de extracción de agua elaborado por el Consell de Mallorca (2004). Estos ingenios están protegidos por el PGOU del Ayuntamiento de Palma.

Uso y función
Producción de hortalizas
Precisiones de uso y función

Participantes/ ejecutantes
Hombres y mujeres de todas las edades, solteros o casados, niños... Los Hombres se dedicaban a trabajos más duros como labrar y segar, mientras las mujeres cavaban, sembraban y recolectaban.

Salvaguarda

Transmisión
Usualmente de padres a hijos.
Viablidad/ riesgos

Valoración del individuo/grupo/ comunidad
La mayoría de personas entrevistadas ven un futuro incierto desde el punto de vista agrícola en el Pla de Sant Jordi.
Medidas de salvaguarda tomadas por el grupo/ comunidad
Actualmente, algunos horticultores de la zona se dedican a la agricultura ecológica, y se han promovido los huertos urbanos.
Protección jurídico-administrativa/ reconocimiento patrimonial
Los huertos del Pla de Sant Jordi se ubican en áreas ANEI, AIA intensiva y SRG (PTM Mallorca).
Otras medidas de salvaguarda/promoción/ difusión

Recursos documentales

La Huerta de Levante en Palma de Mallorca
Noticia del establecimiento de la comisión que en virtud de Real Orden está encargada de llevar á efecto el desagüe, disecación y cultivo del Prat de San Jordi sito en el término de esta ciudad
Pla de Sant Jordi: història d'un poble. Capítol, Economia.
Pla de Sant Jordi: història d'un poble. Capítol, el Prat.
El Prat de Sant Jordi y su desecación. Separata del Boletín de la Cámara Oficial de Comercio, industria y Navegación de Palma de Mallorca, núm. 622.
Musa : Revista del Museu d'Història de Manacor : El patrimoni etnològic del Museu d'Història de Manacor. L'àmbit rural i domèstic. Catàleg del fons del Molí d'en Fraret
Noticia del establecimiento de la comisión que en virtud de Real Orden está encargada de llevar á efecto el desagüe, disecación y cultivo del Prat de San Jordi sito en el término de esta ciudad.
De Re Agricola : Llibre de l'art del conró de Fontanet ; L'Orta de Ciutat ; Damián Reixach.
Eines tradicionals del camp de Mallorca
El Islam en las Islas Baleares. Mallorca musulmana según la Remembrança... de Nunyo Sanç y el Repartiment... de Mallorca.
El Paludismo y las murallas de Palma
Habitatges tradicionals : característiques arquitectòniques, tipològiques i constructives dels habitatges en sòl rústic a Mallorca
Les Illes Balears. Mallorca, el sud i sud-est
La importancia económica de Paul Bouvij.
Notes històriques sobre la propietat de la terra a Sant Jordi al segle XIX.
Els oficis de Sant Jordi
La població dins l'espai del Pla de Sant Jordi (Mallorca)

Información técnica

Fecha de realización
30/12/2020
Actualizaciones de la ficha

Personas investigadoras
David Albert Vázquez
Persona validadora
Aina R. Serrano Espases
Personas redactoras de la ficha
David Albert Vázquez

Interpretación

Significación simbólica

Significación socioeconómica
El futuro del Pla de Sant Jordi en lo referente a la horticultura pasa por un crear un parque agrario, lo cual conservaría el paisaje a la vez que éste sería productivo. Pero este proyecto depende de las Instituciones insulares como de las estatales y de las europeas. Cabe defender el paisaje y encontrar un equilibrio entre el turismo, la industria derivada de la agricultura y las nuevas tecnologías. También se ha pensado en los huertos ecológicos; los huertos urbanos, en que los propietarios de los terrenos, ya mayores y jubilados, aprenden o alquilan parcelas para este tipo de explotación auto-suficiente.


Horticultor/a

Identificación

Nombre propio del elemento
Otras denominaciones
Tipo de elemento
Horticultor/a
Agricultor, campesino, hortelano
Agricultura, Regadío, Secano

Grupo y/o comunidad
Idioma de expresión/ variante dialectal
Código
Los huertos abundaban en el Pla de Sant Jordi, ya que la comarca se asentaba sobre la explotación agrícola y ganadera. Los horticultores vivían tanto en los núcleos urbanos: Sant Jordi, s’Aranjassa, sa Casa Blanca… como en sus respectivos huertos, diseminados por toda la comarca. La mayoría eran minifundios. Por ejemplo, alrededor del camino de Son Fangos se computaban unos sesenta huertos.
La desecación del Prat de mediados del siglo XIX, fue una apuesta por parte de las autoridades de transformar el Pla en un lugar que contara con terrenos de primera calidad de cultivo, pero cabe decir que ya existía con anterioridad una cultura de la huerta, enclavada en la Horta Baixa, cercana a Palma, que contrarrestaba con la denominada Horta Alta que abarcaba la zona de Son Sardina, sa Indioteria y Sant Bernat.

Catalán/ mallorquín
IPCIM-1-002

Breve descripción
El trabajo del horticultor consiste en el arte de cultivar huertos: sobre todo verduras, legumbres y frutas.

Localización

Localización
Descripción de la localización/ espacio
Georeferenciación
Mallorca, Palma, Pla de Sant Jordi
La Huerta de Levante agrupaba dos zonas bien definidas, tanto en el ámbito físico como en el humano: la Horta Baixa y el Pla de Sant Jordi. Nuevos terrenos resultantes de la desecación del Prat se desplegaban desde la costa hacia es Molinar y la carretera de Manacor; extensión que el camino Fondo, en dirección Llucmajor, rompía en dos secciones. La Horta Baixa estaba caracterizada por una horticultura tradicional, mientras que el Pla reunía el cultivo intensivo moderno. Pero dentro de la comarca también se encontraba, entre otros, el Hort des Ca o el Hort d’es Caire que cedieron sus campos a la fábrica de gas y electricidad del Molinar.

Datación

Fecha de realización
Periodicidad
Descripción de la fecha de realización/ periodicidad
Todo el año
La Huerta de Levante agrupaba dos zonas bien definidas, tanto en el ámbito físico como en el humano: la Horta Baixa y el Pla de Sant Jordi. Nuevos terrenos resultantes de la desecación del Prat se desplegaban desde la costa hacia es Molinar y la carretera de Manacor; extensión que el camino Fondo, en dirección Llucmajor, rompía en dos secciones. La Horta Baixa estaba caracterizada por una horticultura tradicional, mientras que el Pla reunía el cultivo intensivo moderno. Pero dentro de la comarca también se encontraba, entre otros, el Hort des Ca o el Hort d’es Caire que cedieron sus campos a la fábrica de gas y electricidad del Molinar.

Descripción

Descripción general
La vida del horticultor del Pla de Sant Jordi no difiere mucho de la vida de los campesinos de Mallorca. Trabajaba de sol a sol, y dependiendo de la estación del año realizaba unos trabajos u otros.
Rosselló Verger estableció que una familia de horticultores se levantaba, en verano, sobre las cinco de la mañana, dedicando la primera hora a ordeñar las vacas, así como a darles de comer (trabajo que realizaba con frecuencia una persona contratada: el vaquero).
La siguiente hora la dedicaban a regar y escardar, para después desayunar y ponerse conel arado y el abono. Antes de comer y la correspondiente siesta recolectaban la hortaliza. Posteriormente, volvían a ordeñar las vacas para segar alfalfa por la tarde. Antes de cenar se realizaba una revista del día o bien se preparaba la “somada” (carga equivalente a 125 Kg.), que era la fruta y la verdura que se llevaría al día siguiente al mercado para vender. Poco después, se hacía una velada y se iban a dormir.
En invierno, dicha familia de horticultores dedicaba más horas a dormir y se levantaban hacia las siete, y antes de un largo desayuno se ordeñaban las vacas y se daba de comer a los animales del establo. Después se araba y se preparaba las semientas o bien se sembraba directamente sobre la tierra. A continuación, recolectaban y cortaban leña para comer al mediodía y sin descansar regresaban al establo a ordeñar, limpiar y dar de comer a los animales. Por la tarde segaban la alfalfa y el forraje, y se alimentaba otra vez a los animales poco antes de cenar, haciendo una breve velada antes de ir a dormir.
Los entrevistados difieren de los trabajos que realizaban hombres y mujeres, muy marcados por el esfuerzo. Si las mujeres, por normal general, regaban o daban de comer a los animales, los hombres araban y segaban.
El horticultor trabajaba diversos cultivos, de entre los cuales cabe destacar.

Secano
Arboricultura: higuera, almendro, algarrobo y morera.
El olivo abundó siglos atrás en el Pla, así como la vid, pero a mediados del siglo XX ya eran cultivos residuales o bien habían desaparecido.

Herbáceos: la desecación del Prat supuso el auge de los cereales (una de las razones principales que motivó el proyecto), pero ya bien entrado el siglo XX el cultivo de trigo quedó relegado al consumo doméstico. La cebada y la avena se cortaban en verde para servir como pasto.
En el secano era usual la práctica de la rotación de cultivos: cereales, forraje y leguminosas. 

Regadío
Arboricultura: árboles frutales: manzanos, perales, cerezos, naranjos, limoneros, albercoqueros… Los frutales, según la memoria oral, se disponían normalmente para el consumo propio.
Horticultura: desde mediados del siglo XIX ya se cultivaba gran variedad de hortalizas, tanto de invierno: coles, coliflores, boniatos, acelgas, espinacas, rábanos... como de verano: berenjenas, pimientos, tomates de ramillete y de pera...
Hacia 1880 se introduce el boniato rojo que con el tiempo es sustituido por el boniato amarillo. En el período 1917-1918, el Pla se cubre de hortalizas y pastos a causa de la introducción de vacas foráneas, como la frisona, mucho más lecheras que la antigua raza mallorquina.
De tomates había, antaño, de ramillete y de ensalada. El tomate de ensalada era un tomate pequeño y arrugado, muy parecido al tomate de pera, muy lejos de ese tomate grueso y liso de la actualidad. Buena parte de los tomates se sembraban en tierra. El enfilado es posterior.
Las lechugas se plantaban en tablas (que se denominan también hazas, y era una porción de terreno de forma cuadrangular separadas por caballones y surcos) de un “destre” (equivalente a 4,214 metros), que contaba con doce o quince docenas. Los pimientos, en el mismo sistema, rendía unos 20 kilos por haza y las berenjenas unos 30. Las coles llegaban a los 40-50 ejemplares. La col era uno de los cultivos más comunes del Pla y proporcionaba entre tres y cuatro cosechas.
Se encuentra también el “tap de cortí”, cultivo que promovió la producción del pimentón con diversas fábricas en la zona, como la fábrica Ramis, Fiol y Clar o la Estaca, que en 1958 producían unas 1.500 toneladas, y que promovía la fuerte demanda de la industria charcutera, sobre todo la sobrasada. Era trabajo de mujeres y niños “descapullar” el “tap de cortí” donde tenía el tronquito.
Esta industria decayó en los años 70 a causa de la importación del pimentón murciano. En numerosas casas se dedicaba una porción de tierra a dicha variedad, se enfilaba el “tap de cortí” y se dejaba secar, llevándolo después a moler. La memoria oral distingue dos tipos de “tap de cortí”: el dulce, de unos 8-10 cm de largo y redondo; y los picantes, que son las guindillas.
Tanto el “tap de cortí” como las hortalizas se regaban mediante bancales (“parades”). El bancal consistía en una porción plana de tierra que se dedicaba al cultivo de la hortaliza o las legumbres, separadas de las otras por un surco o caballón.
Decir “a parades” significaba que se hacían los surcos largos y se distribuía en una vuelta para que el agua llegara por todo el cultivo. La forma en U hacía que el agua se detuviera y de esta manera las plantas absorbían más. La distribución del bancal se realizaba con el arado y se hacía antes de sembrar. El agua para regar se extraía del subsuelo mediante un ingenio, sea éste una noria de tiro, un molino o una motobomba. El agua se almacenaba en una alberca, se abría la compuerta y se distribuía por los campos a través de las acequias y las hijuelas.
Cada porción de tierra tenía su portezuela, conectada a la acequia, y tenía una tapadera que se quitaba para distribuir el agua. Un cultivo se regaba una o dos veces por semana, hasta que arraigaba la planta. Una vez que arraiga la humedad llegaba a la raíz y no hace falta continuar regando.
La sementera de boniatos necesitaba tierra fuerte. Se ponía estiércol y dos o tres dedos de tierra, entonces se introducía un boniato y se cubría de nuevo de tierra. En cuatro semanas las yemas habían reventado y entonces se cortaban y se plantaban. Cada boniato produce yemas tres o cuatro veces. Antes de sembrar, a las yemas se les tiraba abono en polvo, y una vez sembrados se regaban. El abono, hecho de pez, se compraba en las Cooperativas.
En la patata se llegaba a conseguir una cosecha de seis o siete simientes en la primera siembra. La cosecha posterior se reducía a tres veces la siembra.
Para la hortaliza, por norma general, se empleaba el plantel, el cual se realizaba cerca de la alberca para tener el agua más a mano.
Con “marès” se confeccionaban unos cuadros, se depositaba abono en la parte inferior, se cubrían con tierra de buena calidad, se introducía la semilla y se tapaba con hojas de gamón que se habían cortado del soto, si bien se podía usar también tela de saco, pero la ventaja del gamón residía que al secarse dejaba entrever si la planta crecía. 
Era común también tapar el plantel por la tarde y para evitar que las heladas no quemaran las plantas; con esta finalidad se ponían encima tela de saco o vidrio.
Para plantar la hortaliza se hacían surcos. La longitud del surco la marcaba el terreno y las zonas de cultivo. A las dos semanas de sembrar era común el uso del arado de tres rejas y se araba de una planta a otra quitando la hierba (la planta quedaba en medio).
Las plagas más comunes que afectaban a los cultivos del Pla de Sant Jordi eran la “rosquilla negra”, una plaga muy polífaga que afecta a una numerosa variedad de plantas; y el escarabajo de la patata. Para las plagas se utilizaban los conservantes a modo de fertilizantes, demorando la infección. Se aplicaba azufre para evitar las enfermedades de la planta.
También era habitual hacer hormigueros para hacer explotar los huevos de los insectos, y evitar así que hubiera langostas, orugas... El hormiguero se hacía a base de estopa, acebuche y pino, y se le prendía fuego, tirando sobre éste terrones de tierra para que explotaran los huevos.
El resultado se extendía sobre la tierra, se pasaba la “biga” y se repartía la ceniza con espuertas, a mano.
Otro de los cultivos más extensos era la alfalfa. La alfalfa es una planta leguminosa que se utiliza como a forraje tanto para los equinos como los bovinos y ovinos. El Pla de Sant Jordi se caracterizó por este cultivo a causa de la progresiva salinización de las aguas, asimismo se adapta a todo tipo de terrenos. También se promovió a raíz de la especialidad de la ganadería entorno a la industria lechera y la cría de caballos. Algunos horticultores se dedicaron exclusivamente a este forraje por el elevado rendimiento económico que obtenían. Según la memoria oral, las vacas no comían pienso, sino que se alimentaban de verde, de avena, de hierba, de grano o de alfalfa. También consumían la denominada “pallada”, que consistía en bañar la paja, a la cual se le añadía harina de cebada y se mezclaba.
La sementera de la alfalfa se preparaba sobre caballones, y se hacían amelgas, que son cada uno de los surcos que se realizan cada seis pasos en el campo que se debe sembrar o labrar.
Esto servía de guía al horticultor para tirar la semilla o dar la reja. El trabajo más duro era labrar y girar la tierra. Se podía usar la cultivadora o bien un arado con pala; y después se aplanaba la tierra con la “biga”, consiguiendo que el agua siempre fuera hacia abajo.
La alfalfa se puede sembrar en el mes de febrero o en el de septiembre. En primer lugar, se depositaba el estiércol (de buey, vaca o caballo mezclado), unos cuatro palmos. A semejanza de los otros cultivos, muchos horticultores afirmaban tener vacas para obtener estiércol que mezclaban con paja y después se escampaba. El horticultor confiaba del estiércol producido por su ganado, si bien había estercoleros que llevaban abono desde Palma. Aparte del estiércol de origen animal, el horticultor añadía hortalizas podridas que no había podido vender. El abono no podía secarse, se debían enterrar sino perdía calidad. Para introducirlos en tierra se utilizaba el arado de ruedas tirado por uno o dos caballos y después se pasaba la atabladera.
Según la memoria oral también se tiraban algas. Era común que el campesino fuera con carros a recolectarla al litoral.
Una vez el terreno estaba abonado y preparado, el horticultor consultaba el almanaque y preparaba la siembra para cuando había luna nueva o cuarto creciente, teniendo en cuenta también si iba a llover.
Si se sembraba en cuarto menguante, la alfalfa era como una aguja, brotaban tres hojas pequeñas que se volvían blancas y moría. Se araba con surcos profundos y se debía evitar que algunos insectos, como las hormigas, escamparan las semillas por los caminos.
La semilla de la alfalfa es pequeña como una pulga y se sembraba a voleo. El horticultor se colgaba una espuerta al cuello, repleta de semillas, y las arrojaba con la mano mientras caminaba.
La semilla que se utilizaba provenía de una simiente que ere una mata vieja de siete o diez años que tenía entre veinte y treinta yemas, y se rociaba habitualmente para evitar los insectos. La semilla que se extraía era la que se escampaba directamente en el campo. Era usual también lanzar un salva granos para las ratas, los escarabajos y un gusano que se denomina «gramanera»
Además, la semilla de la alfalfa se podía tener guardada medio año o un año. Si se ponía en una maceta y se regaba, cuando tenía dos o tres palmos se metía debajo de la cama y se volvía blanca, y se podía comer. Era un germinado.
Si llovía no se regaba y si no llovía se regaba mediante las acequias que transportaban el agua desde la alberca y la cual se regulaba con la paleta según la necesidad de cada bancal; esta tarea se realizaba cada ocho días. Para detener el agua se formaba un montoncito de tierra, de este modo el agua se extendía y se regaba por inundación.
En aquella época se empleaba el molino con bastante frecuencia, de noche y de día. Además, la alberca tenía unas aperturas en la parte superior por donde se desbordaba el agua y ésta iba directamente a los bancales adyacentes. Si se quería regar campos más alejados, el agua se canalizaba mediante hijuelas.
A la alfalfa crecida le podía perjudicar el morbo, una enfermedad donde la tija quedaba cubierta de bultos parecidos a verrugas. En junio, para evitarlo, se le ponía abono. No era un abono granulado, sino fino como harina. También se le ponía mucho sulfato de hierro para matar caracoles y gusanos. Otros enemigos de la alfalfa eran el «papalló» (gorgojo) que es la carcoma del trigo, y el «pollet».
La alfalfa se recolectaba con frecuencia. La primera sembrada se segaba a los dos o tres meses y no se debía cortar de raíz. Después, a partir del verano, se segaba cada tres lunas (21 días).
Una sembrada duraba cinco o seis años, y solo se debía de regar y segar. En el invierno, la alfalfa no crecía, descansaba, y a mediados de febrero ya comenzaba a brotar.
Si llovía cuando la alfalfa estaba segada, se pudría y los caballos no la querían.
Los hombres segaban con guadañas, aunque después utilizaron máquinas (segadoras). Los horticultores hacían gavillas y las ataban con vencejo. Todo el mundo ayudaba a segar y barcinar, es decir, cargar las gavillas en un carro, caracterizado por ser de aquellos largos. La alfalfa se segaba, se secaba y se extendía, haciéndose tiras largas, se viraban con una caña y se hacían las gavillas, aunque en numerosas ocasiones se vendía verde. Para 10 kilos de alfalfa hacían falta 30-40 kilos de alfalfa verde. Los campesinos decían que la alfalfa seca da más fuerza al animal que la verde. A las vacas se les daba de todo, pero los caballos que trabajaban, que araban, comían alfalfa seca. También se alimentaban de paja y habas.
Por norma general, la siega de alfalfa se encargaba a quipos volantes (jornaleros).
Otros forrajes que se cultivaban fueron el sorgo y el maíz.
Entre los cultivos más singulares, a lo largo del siglo XX, está el arroz, que no arraigó, aunque se pensaba que las condiciones del Prat eran favorables; el cáñamo, que ya no se cultivaba a principios del siglo XX; y el algodón, que se introdujo hacia 1888, pero que no prosperó como cultivo extensivo. 
La floricultura se extendió a mediados del siglo XX. 

Historia y transformaciones del elemento
Materia primera
Procesos y preparativos
Desde tiempos pasados, el Pla de Sant Jordi ha estado vinculado a la agricultura, tanto en el cultivo de secano como en el de regadío. Antes de la desecación del Prat, en el cenagal que ocupaba el centro del Pla, ya había un conjunto de rafales y haciendas. Cabe destacar la existencia de la Horta Baixa, que recogía la experiencia de horticultores en una zona favorecida por la calidad de la tierra y el agua que se extraía del subsuelo mediante norias de tiro; esta huerta la cruzaban los torrentes de Barberà y Gros.
La Huerta de Levante de Palma incluía dos zonas: La Horta Baixa, de horticultura tradicional, y el Pla de Sant Jordi, recuperado con la desecación y dedicado a un cultivo intensivo moderno.
En el Pla de Sant Jordi abundaban los pinos, las encinas y el lentisco, así como el acebuche, el romero, la sabina, el chopo y los juncales.
La desecación del Prat de mediados del siglo XIX con el drenaje del humedal y el descuajo practicado en zonas de bosques bendijo la extensión de la agricultura. Cabe decir que la desecación de la insalubre marisma rodeada de coscoja y pinar, denominada Prat, cambió tanto la concepción del paisaje de la comarca como su papel socioeconómico. 
El proceso de parcelación de las haciendas, es decir, el paso del latifundio al minifundio lo favoreció la desecación, si bien este proceso ya se había iniciado antes. Por ejemplo, en 1806, una parte de la hacienda de Son Ferrer se había puesto a la venta en parcelas.
Algunos especialistas abogan por la existencia de una laguna en tiempos antiguos, cuestión que refuerzan numerosos vestigios prehistóricos de la zona y que se corrobora durante la incursión catalano-pisana del siglo XII, cuando el Pla se conocía como el Pla de Catí, Ramora o Forenna. Después de la conquista catalanoaragonesa de 1229-1230, la comarca, que no era muy productiva, quedo conformada por latifundios y alguna alquería que se dedicaba a la ganadería: Son Mir, Son Gual, Son Sunyer, Son Santjoan, Xorrigo, s’Aranjassa... En el siglo XIV, ya se estudió un proyecto de desecación que promovieron los Jurados (el consejo municipal), pero parece que no se llevó a cabo. Durante el siglo XVI, el historiador Joan Binimelis hace referencia a los gases putrefactos que desprendían las lagunas del Prat. En 1770, en un proyecto de desecación promovido por los diputados del Común y el Síndico personero (un tipo de defensores del pueblo) se indicaba: «se advierten vestigios assi de la zanja maior como de los surjos por donde antiguamente se dava sin duda salida a las aguas y de que fue por consiguiente aquella tierra de labranza; y aunque no basten en el dia aquellas obras ya descompuestas para excurrir las aguas; pues la zanja no llega al mar, sino a los estanques [...]». Ello puede evidenciar que sí, que hubo un intento de sanear el área. Pero en el siglo XVIII, el Prat continuaba siendo una planicie pantanosa que interesaba a los ilustrados mallorquines para ejecutar proyectos de saneamiento. Había dos propuestas: transformarla en una albufera similar a la de Alcúdia o sanear los terrenos, lo cual, además, suponía una mejora para la salud pública, y fomentar el cultivo de trigo para paliar el hambre y la dependencia del comercio exterior de cereales. Así quedaba reflejado en el proyecto de 1770 cuando indicaba: «Es igualmente notorio el beneficio que resultaría al abasto público de que aquella tierra se redujese a cultivo, dándose curso a las aguas estancias que causan aquella infección.» (BSAL 1924: 137). Pero el proyecto parece que se abandonó por la incapacidad técnica y el alto coste económico que suponía en aquel momento.
La opinión sobre la desecación llegó a la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País que, a raíz de la inundación de 1814 —con importantes pérdidas humanas— realizaron las primeras obras de saneamiento de la mano del teniente coronel Pedro Rodríguez. La activación de planes de desecación para aumentar la agricultura, sobre todo cereales, también tenía como objetivo conservar la salud pública y buscar una mejora económica para la comarca, y ello supuso la formación de una Comisión en 1818 con el objetivo de desecar el Prat. Era complicado convencer a la población local de la viabilidad del proyecto y parece que Rodríguez no tuvo el impulso suficiente para llevar a buen puerto la totalidad del proyecto, que quedó paralizado por la peste de 1820-1821.
El proyecto se reactivará con un nuevo director, Joan Sorà (1788-1855) que utilizó mano de obra presidiaria para las obras. Los presos enfermaban con frecuencia de paludismo, ya que como dijo Lluís Pou, catedrático de agricultura del Instituto Balear, el Pla de Sant Jordi era un paisaje cubierto de aguas estancadas y corrompidas que afectaba irremediablemente a la gente que allí vivía; un caldo de cultivo para la profusión de la malaria (enfermedad que se conocía como «ses febres»).
El ingeniero holandés Paul Bouvij de Schorenberg llegó a Mallorca en el año 1835 como encargado de unas minas de lignito de Binissalem, pero se dedicó a otros proyectos, como el anteproyecto de canalización de las aguas de la Font de la Vila y la desecación del Prat de Sant Jordi (dada su experiencia en la desecación de zonas húmedas en Holanda).
Compensado por la imposibilidad de ocupar una plaza de catedrático en el Instituto Balear por su origen extranjero, Bouvij pasó a ser socio de mérito de la Sociedad de Amigos del País. El ingeniero se comprometió con las familias Rocabertí, Conrado, Bennàser y Gual (propietarios del Pla) en desaguar el Prat y favorecer los campos de cultivo.
El asunto era que las lluvias no debían afectar al terreno, a excepción de que se trataran de lluvias torrenciales o catástrofes imprevisibles. Tanto el trabajo como los efectivos corrieron por cuenta de Bouvij, que clasificó los terrenos en tres grupos: a) los anegados continuamente; b) los inundados periódicamente, con pastos y arbustos; y c) los cultivos, que podían inundarse en años excepcionales. Esta clasificación marcó el baremo de precios de los terrenos.
En 1845, Bouvij regresó a Mallorca después de una desastrosa aventura en el Montseny (Cataluña) y en 1846 constituyó, con su amigo Paul Vernière, la sociedad anónima Compañía de desecación del Prat de Sant Jordi, que emitirá, en 1848, un informe de los trabajos a realizar. En dicho informe se cita la instalación de un molino de viento, con ruedas de paletas, para poder desaguar con facilidad una vez finalizado el trabajo. El informe también habla de la excavación y el arreglo de una red de pequeños canales y acequias. También consta la ejecución de los estanques con el mar y de la acequia central del canal principal, que iba desde el camino de Manacor hasta el Prat de Son Oliver.
Finalizadas las obras, hacia 1849-1850, se comenzó a roturar la tierra, es decir, labrar el terreno por primera vez para cultivarlo.
También comenzaron a levantarse construcciones para asentar la agricultura. Entraron en escena los rozadores, que se dedicaban a cortar malas hierbas, zarzales y a aplanar la tierra, transportando tierra y escombros para preparar las tierras para cultivos. 
Los terrenos saneados se dedicaron al cultivo de trigo, cáñamo, hortaliza y alfalfa. La empresa enriqueció a Paul Bouvij, que explotó las tierras de Cas Soldat y Cas Francès.
Durante un tiempo se continuó roturando terrenos y se perfeccionaron o rectificaron algunas canalizaciones. En 1863 se instalaron, en el manantial de Son Mir, motobombas de vapor. El archiduque Luis Salvador señalaba que numerosas fueron las casas, molinos y norias construidas, así como acequias desplegadas para regar las plantaciones de hortalizas gracias a la abundancia de agua que se obtenía con escaso esfuerzo, ya que se ubicaba a muy poca profundidad. Aquel lugar que había sido yermo se cubría entonces de higueras y almendros, convirtiéndose en un lugar salubre y agradable.
En 1886 el médico Tomàs Darder publicó la denuncia de Lluís Pou sobre el abandono de las obras y el mantenimiento de las acequias del Pla de Sant Jordi. La obstrucción de algunos canales favoreció la formación de aguas estancadas que después de días de lluvia intensa ayudó a la propagación de episodios de malaria durante el bienio 1884-1885. Enfermedad de la cual Enric Farjanés hizo un estudio en 1902, señalando como foco el Pla de Sant Jordi y el amurallamiento de Palma.
Hacia 1920, el canal principal se ensanchó. Cabe decir que la construcción masiva de molinos de viento de extracción de agua para poder regar los campos contribuyó de manera más efectiva a la desecación del Pla que todas las obras de drenaje, y entonces el Pla se convirtió en la despensa de Palma. La inmigración masiva de los pueblos de Mallorca desde 1900 a 1930 (corroborado en la memoria oral), establece una sociedad agraria de fuertes raíces y, gracias a la abundancia del agua y su tierra fértil, el Pla de Sant Jordi se caracteriza por huertos muy productivos que vivieron un período de apogeo en los años 50 del siglo XX, además de conocer una ganadería especializada en razas de vacas foráneas y la instalación de una industria agroalimentaria (leche y pimentón, por ejemplo).
Gente de Llucmajor inició la colonización de Son Sunyer, así como de s’Aranjassa, a los que hemos de sumar colonos de Vilafranca y Marratxí. En el triángulo de la huerta se asentaron pobladores oriundos de Algaida, Santa Eugenia y de sa Pobla. A finales de los años 50-60 se establecieron inmigrantes peninsulares provenientes de Jaén, Albacete y Murcia.
En la actualidad, sobrevive, del recuerdo del antiguo pantano, el área de Ses Fonatenelles y alrededores del camino de Son Fangos, que se habilitó durante un tiempo para extraer magnesio y sal común
La construcción del aeródromo militar, que después supuso el emplazamiento del futuro aeropuerto de Son Sant Joan, es otro hecho que influirá en la agricultura del Pla de Sant Jordi, desapareciendo huertas por la necesidad de territorio y afectando directamente a la calidad del agua, si bien está ya sufría una salinización galopante por la extracción masiva que se realizaba. La salinización perjudica al huerto, sobre todo a la judía y la col. Y si bien el pimiento, el tomate y la remolacha aguantan una concentración aceptable de sal, es la alfalfa el cultivo menos afectado. Según Rosselló Verger la salinidad permite delimitar la zona preferentemente ganadera (alfalfa) de la hortícola (col, pimiento, berenjena…). Según Grimalt y Rodríguez la salinización progresiva del nivel freático provocó la crisis del sector agrario, no sólo por la sobreexplotación del agua para el regadío, sino también las necesidades urbanas del recurso del agua subterránea, acompañada de esta pérdida de calidad del agua que cambió los tipos de cultivo, mayoritariamente hortícolas, a forrajes, más vinculados a la industria lechera. 
Los inicios de Son Sant Joan como aeródromo se remontan a 1933. Durante la Guerra Civil (1936-1939) se conviertió en campo de aviación militar. No será hasta 1959 cuando se iniciarán las obras del actual aeropuerto convirtiéndose en campo de aviación civil, ampliándose a partir de 1961, y así progresivamente con una nueva terminal, una segunda pista (que supuso la desaparición de gran parte de las tierras de cultivo más óptimas y el corte de algunos caminos como el Camino de Llucmajor y el de Montaña), otras dependencias, etc. La expropiación de huertos y terrenos significó que muchos hortelanos abandonaran el campo y se marcharan al Sector Secundario (construcción) y Terciario (turismo). No hay duda que la construcción del aeropuerto impactó sobre el sector agropecuario del Pla de Sant Jordi, sobre todo en las tierras más cercanas, por la contaminación de los niveles subterráneos de agua. El aeropuerto también comportó que un motor económico como el turismo tuviera una importancia sin precedentes en la comarca. 
La balearització comienza en s’Arenal y en el litoral se construyen hoteles y se incrementan las segundas residencias. Esto cambió el medio ambiente del Pla de Sant Jordi. Todo el entramado ejecutado por Bouvij: canales, hijuelas, molinos… se vieron afectados por una barrera de hoteles, caminos asfaltados, la expansión del aeropuerto… que provocaron que muchas zonas se inunden con facilidad cuando llueve.
Esta profunda transformación la culmina, tal vez, la construcción de la autovía Ma-15, finalizada hacia el 2006/7, arrasando molinos y sistemas de riego. Alteraciones de la zona que aumentarán con la construcción de polígonos comerciales que afectarán directamente a los terrenos de cultivo.
En 1971 y en 1975 se construyeron las depuradoras EDAR I y EDAR II con el objetivo de preservar de la contaminación la zona de la Playa de Palma y sanear así la bahía. Las aguas depuradas se utilizaron, desde 1973, en la agricultura (azotada también por la crisis del petróleo), gracias a una red de regadío. Los testimonios orales recogidos dicen que esta agua sólo servía para regar alfalfa y cereales y que no era recomendable para la hortaliza. A raíz de la construcción de las depuradoras se creó la Sociedad Agraria de Transformación de Regantes, encargada de controlar el uso del agua depurada. Desde 1998 se incorporó un tratamiento terciario que mejora la calidad del agua depurada, lo cual permitió el riego de parques y jardines, la limpieza de calles, etc.
En la década de 1990, el cultivo de hortaliza se fundamentaba en el autoconsumo y el cultivo de la alfalfa se comercializaba para el consumo del ganado ovino y caballar. En los últimos años se ha intentado promocionar la agricultura ecológica.
En el estudio demográfico de Grimalt quedá bien reflejado como, en 1930, los agricultores representaban un 89,17% de la población activa para pasar, en 1980, a representar el 26,58%, lo cual ya remarca una profunda transformación, que recibe el golpe de gracia con las políticas de la UE sobre reducción de las vaquerías y la producción de leche, cuestión que llevó a los cultivos a un abandono gradual.
En la actualidad, algunos horticultores sobreviven con la horticultura ecológica y los cultivos de alfalfa todavía ornamentan los campos del Pla.
Semillas
1. Preparar la sementera o los planteles. Arar y abonar.
2. Sembrar a voleo o bien usando una sembradora.
3. Pasar el arado de tres rejas o entrecavar para eliminar las malas hierbas.
4. Regar el cultivo mediante los bancales o red de hijuelas que reciben agua desde la alberca del molino de extracción, aunque el agua también se extrae con norias de tiro o motobombas.
5. Rociar o azufrar el cultivo para combatir las plagas.
6. Recolectar o segar, en el caso de los cereales y los forrajes.
7. Preparar el género para la venta.
8 Transportar el género hasta el mercado para venderlo.

Objectivo de la actividad/proceso/ técnica
Distribución/ consumo
Oficio/ conocimientos técnicos
Hortalizas
Los campesinos vendían, mayoritariamente, las hortalizas en los mercados de Pere Garau y del Olivar de la ciudad de Palma.
La hortaliza, una vez recolectada, se cargaba, al alba, en el carro, para partir de madrugada hacia el mercado. Esta carga recibía el nombre de “somada”, que antiguamente correspondía a la carga de un animal de baste, equivalente a unos tres “quintars” (125 Kg). Dentro del carro, el género se transportaba en cuévanos y canastros. Era costumbre portar las berenjenas y los pimientos en cuévanos de un metro y medio de alto que se tapaban con telas de saco que se fijaban con cuerdas.
Una vez se descargaba la mercancía, el horticultor dejaba el caballo y el carro en las cuadras de s’Hostal de la Penya o en el Hostal Fondo, situados en el inicio de la carretera de Manacor. Cuando acababan, iban a buscar el caballo y el carro, se lo llevaban hasta la plaza de Pere Garau o el Olivar, se cargaban canastros y cuévanos vacíos, y de vuelta al huerto.
Con el tiempo, el horticultor se encontró con el problema de los mayoristas intermediarios, quienes encarecían el precio del género de cara al consumidor, lo cual le perjudicaba directamente. Antes, el campesino recogía y vendía en los mercados, pero con los intermediarios los precios que se pagan al campesino son irrisorios y es el intermediario el que gana. En ocasiones, según la memoria oral, no pagaban al horticultor lo acordado con la excusa de que el producto se había podrido.
La alfalfa daba más dinero que la hortaliza. Con la especialización de una ganadería lechera en el Pla, este cultivo conoció un período de auge que, además, iba paralelo con el uso habitual de los animales de tiro en el campo o la cría de caballos en toda Mallorca. Según la memoria oral, se vendía alfalfa en Alcúdia, en el Castillo de Bellver, Can Franco, Santa Maria del Camí i Bunyola…
La producción de alfalfa supuso la instalación de una planta secadora en el Pla de Sant Jordi en 1997, financiada con dinero público y que obtenía el forraje de unas cuarenta fincas del Pla. La planta producía unas 5 Tm por hora y la alfalfa seca se destinaba esencialmente como alimento del ganado bovino del Migjorn de Mallorca.
En el año 2003 se invirtió en mejoras, ya que el carro picador se averiaba con frecuencia a causa de las piedras recogidas en los campos de alfalfa, esto provocaba que el producto final apareciera troceado de manera defectuosa o sin cortar. Ello obligaba a pasar por un nuevo proceso de secado que encarecía el producto. El tubo de secado también sufría embozos y eso hacía que se perdiera parte del producto o que fuera de menos calidad.

El horticultor conocía la tierra por experiencia, pero también observaba los astros, sobre todo la luna, para decidir cuándo sembraba o cuándo recolectaba. Por eso, utilizaban los almanaques o los pronósticos, que proporcionaban información sobre fechas, fases lunares y fiestas religiosas (santoral), días de mercado... con predicciones del tiempo para todo el año, consejos para los agricultores y ganaderos, citas y proverbios, historias moralistas, cuentos, etc.

Herramientas, infraestructuras y objetos empleados y/o accessorios
Formas de organización social/ organizaciones formales o informales
Patrimonio relacionado (patrimonio natural/bienes muebles/bienes inmuebles/ bienes inmateriales asociados)
Azadón: herramienta de hoja triangular unida a un mango de madera curvado que se utiliza para hacer Hoyos o mover la tierra. Generalmente se emplea para cavar surcos, hacer Hoyos para sembrar árboles, preparar la tierra destinada al cultivo de hortalizas, amontonar y escampar la tierra de los hormigueros, etc.
Azada: herramienta que consiste en un hierro acerado acabado en un corte amplio o bien en punta. A través de un ojo se acopla un mango de madera de unos 70-90 cm de largo. Se usa para diferentes trabajos agrícolas como cavar, arrancar, cortar…
Bidente: herramienta con dos puntas paralelas de hierro acerado que se emplea para mejorar la arada, cavando en los espacios donde la tierra no es muy dura para romper la costra del suelo, deshacer los terrones de tierra y sacar las malas hierbas (entrecavar). También se usa para hacer lobas [lomo no removido por el arado, entre surco y surco], cavar los alrededores del tronco de los árboles, hacer los bordes de un terreno arado, arrancar cepas, patatas, etc.
Escardillo de huerto: se emplea para entrecavar algún terreno pequeño, hacer hoyos no muy fondos y arrancar malas hierbas.
Cenacho: recipiente hecho de palma o de esparto, más amplio de boca que de fondo, que sirve para contener y transportar áridos, almendras, higos…
Desterronador: herramienta que se utiliza para romper o chafar los terrones y aplanar la tierra. Se trata, generalmente, de una pieza rectangular formada con planchas o tablas de madera con púas de hierro en la parte inferior, unidas por dos traveseros. Si no tienen, se usa la «biga», que es un tronco de madera con dos hierros en ambos extremos (dos herraduras de caballo), a los cuales se enganchan dos cuerdas que arrastra un animal.
Cultivadora («rascle articulat» o «conxes»): utensilio del que tiran uno o dos animales que dispone de hileras diversas de dientes curvados que penetran en el terreno de manera superficial y remueven la tierra arrancando las malas hierbas y preparándola para la siembra.
Arados: el arado es un arreo que está formado de una pieza donde se fija la reja y de un timón donde va uncida el animal o animales para tirar. Sirve para remover y girar la tierra antes de sembrar.
«Arada prima»: el más común de los arados de Mallorca, se utiliza para todo tipo de cultivos. También se denomina «arada amb orelles» cuando consta de una sola reja y va acoplada a la cama o garganta de madera. Arado de ruedas: arada tirada por dos animales para realizar surcos profundos. Lleva dos palas, como el arado giratorio, y remueve más tierra. Estas aradas pesan entre 90 y 120 kg y tienen las palas dispuestas en dos hierros cortantes. 
Arado de tres surcos o rejas: arado con tres pequeñas rejas alineadas, cada una de las cuales pasa por un surco. Se emplea para remover la tierra y eliminar las malas hierbas de los sembrados; es común utilizarlo si se ha sembrado con la sembradora.
«Arada solcadora»: arado tirado por una caballería que se utiliza para abrir canales de riego en forma de U y para mantenerlos limpios.
Arado de arar habas: «arada prima» con dos rejas, se usa para la preparación de surcos para sembrar habas. Arado con palas: arado que sirve para girar la tierra y oxigenarla, existe la de pala fija y la de pala giratoria.
Sembradora: máquina que se utiliza para sembrar. El cajón para las semillas se sitúa sobre un eje que une dos ruedas y del cual salen unas rejas que son a la vez el conducto (cañones) por donde baja la semilla. En el Pla, parece, que era más común sembrar a voleo, a mano.
«Entrecavador»: herramienta que se utiliza para romper los terrones de tierra y remover la tierra cuando se ha sembrado (cuando el grano es pequeño) y mata las malas hierbas. El elemento está formado por estrellas metálicas que se unen a un eje central, de los extremos del cual y en la parte central se engancha con unas cuerdas el animal que tira. 
Hoz: herramienta consistente en una hoja de hierro acerado, curva y cortante, puesta en el extremo de un mango. Sirve para segar las mieses, la alfalfa y para cortar las hierbas, etc.
Guadaña: herramienta que se emplea para segar forrajes. Consiste en una hoja de acero, ligeramente curvada, de cuatro o cinco palmos de largo, puesta en un extremo de un mango más largo que se coge con las dos manos. De este modo el segador no se debe inclinar para cortar.
Trillo: rodillo troncocónico estrellado de piedra que va montado en un bastidor de madera que se engancha detrás de un animal y sirve para trillar los cereales sobre la era.
Horca de era: herramienta formada por un palo de madera acabado en uno de los extremos entre o cuatro púas. La de tres púas se utiliza para remolcar, girar y aventar la paja en la era.
Pala de aventar: pala que se usa en la era para tirar al aire el cereal para que el viento separe el grano de la paja que lo cubre o para pasar el grano o la pala de un montón a otro.
Cuévano: recipiente grande, de más o menos fondo, más amplio en la parte superior que la inferior, hecho de mimbre o de cañas, que sirve para transportar frutas o verduras dentro del carro.

Mecanización del campo

La explotación del minifundio en el Pla de Sant Jordi favorece el uso del arado y otras herramientas más manuales. Así y todo, fue habitual usar diferentes máquinas que facilitaba el trabajo agrícola.
Segadora: máquina que se emplea para cortar la hierba o las mieses, tirada por un animal que guía una persona. Está compuesta por una plataforma más o menos triangular de madera (barca), ruedas bajas de madera, una de las cuales consta de un asiento. Tiene dos tiras móviles de dientes en la parte delantera y, cuando está en movimiento, corta las mieses, que caen en la plataforma. El conductor, usando una horca, compone lo que cae en la barca.
Una segadora cubre de 4 a 5 ha. Cada 10 horas y requiere un período adicional de cuatro trabajadores para ir ligando los haces. Estas máquinas entraron en funcionamiento alrededor del año 1870, pero se popularizaron en la década de los treinta del siglo XX.
Trilladora: máquina que se utiliza para trillar cereales. Tal vez es de las máquinas más complejas utilizadas en los trabajos agrícolas, reuniendo un conjunto de mecanismos que cumplen las siguientes funciones: conducir las mieses al cilindro trillador, es decir, alimentar la máquina; separar el grano de la paja larga; limpiar el grano de impurezas y amontonar la paja con el tubo lanzador. Usualmente, la movía un tractor. En las Illes Balears, en 1932, había unas 54 trilladoras delante de las 301 que había en 1955.
Tractor: el uso del tractor se relacionaba con las fincas de extensión más grande y, como se ha señalado, el Pla de Sant Jordi era común el minifundio, por lo cual continuaba utilizando la fuerza animal en las labores agrícolas, tanto para tirar del arado como carro. Según la memoria oral, en los años cincuenta, en el Pla no había prácticamente ningún tractor, pero con el tiempo, este vehículo con motor comenzó a hacerse habitual para tirar de los aparejos del campo, mover otras máquinas agrícolas y tirar remolques. Las ventajas del tractor se fundamentan en el ahorro de tiempo y de trabajo, y la perfección de las tareas. Asimismo, supone la substitución de la tracción animal por la mecánica, si bien el cultivo de forrajes se mantuvo en el Pla a causa de la industria lechera y la cría de caballos. En 1932 había en las Illes Balears unos 54 tractores.

En la Huerta de Levante, que incluye la Horta Baixa y el Pla de Sant Jordi, al tratarse de una zona de cultivo intensivo, abundaba el minufundio y no era inusual encontrar parcelas de 1,5 ha, sobre todo las que se dedicaban al regadío.
Antes de la desecación, parte del Pla emergía como una zona repleta de pinares, coscojo, áreas pantanosas y terrenos yermos, la mayoría en manos de unas pocas haciendas que dedicaban estas tierras a la ganadería. Pero, el trabajo de Bouvij (desecación del Pla) originó tanto la partición de los latifundios como el saneamiento y la recuperación de terrenos para el cultivo, y eso implicó que pequeñas parcelaciones fueran a caer a manos de los pegujaleros como recompensa del trabajo fatigoso que habían hecho. La situación supuso un incremento de la presencia humana en la zona que, según Grimalt y Rodríguez, influyó en la creación de núcleos concentrados, la mayoría de estos en lugares elevados (huyendo del paludismo): Sant Jordi, s’Aranjassa, sa Casa Blanca... donde residían la mayoría de los jornaleros.
Era frecuente la parcelación en rectángulos, en que el molino de extracción de agua ocupaba el centro de la finca. Pocas veces se señalaba la separación entre parcelas y los muros se construían para limitar caminos, con el llamado camí de Muntanya, herencia de la trashumancia.

Los regímenes de explotación eran: a) la aparcería, donde el aparcero realizaba un contrato con el propietario y repartían a medias el capital de explotación: herramientas, ganado, sementeras, abono, etc., así como los beneficios reportados; b) el contrato de arrendamiento, donde el arrendador- cultivador entregaba al propietario un canon mensual, trimestral o anual, sin otro tipo de obligación que devolver la finca en la mismas condiciones en que la habían encontrado; c) asalariados, algunos propietarios explotan la finca con gente asalariada y es común que un mayoral dirija los trabajos en nombre del propietario.
El día de San Miguel, 29 de septiembre, marcaba el año agrícola y era usual pasar cuentas de todo el trabajo y la recolecta del verano. Algunos campesinos cambiaban de huerto con nuevos contratos, de las inmediaciones de Sant Jordi se marchaban al Hort de Baix, cerca del Coll d’en Rabassa o bien elegían el Hort del Ca. En los años 50, todavía operaban algunas haciendas como Son Oliver o Xorrigo, y muchos horticultores dependían de un señor, o bien de una hacienda o de los campesinos que habían acumulado tierras y ahora las arrendaban.
En los años 40, apareció la Cooperativa Agropecuaria de Son Suñer, encargada de la compraventa y la distribución de la producción agrícola con destino a los mercados de Pere Garau y el Olivar.
A principios de la década de 1950 se constituyó la Cooperativa Agraria de Sant Jordi. Tenía la sede en la calle Neira y el almancén en el Camino de Sant Jordi. Se dedicaba a comercializar hortalizas, y vendían semillas, abonos y productos fitosanitarios. Esta cooperativa estaba integrada por un centenar de socios.
El horticultor vivía en casas construidas con “marès” con vigas de madera que sostienen pisos y tejados. Sobre las bogas se colocaba el cañizo y, sobre, la teja árabe. La casa del horticultor del Pla recoge tanto el hábitat de las personas como el albergue de los animales, así como el almacenaje de las cosechas y las herramientas. La casa corriente, lejos de4 las haciendas, estaba constituida por un único bloque cubierto a dos aguas, con una planta baja con vestíbulo, dormitorios y cocina con la típica chimenea de campana, mientras que el piso superior se reservaba como almacén. En ocasiones, había una serie de construcciones anexas que reunían vaquerías, gallineros o las pocilgas. Un porche cubría a los residentes del calor y la lluvia, y era lugar de protección del carro. Era común la cisterna para recoger el agua para el uso doméstico y el molino de extracción de agua y la alberca dedicada al riego de los campos.
Como describe Antoni Mulet, las casas contaban con un mobiliario práctico: un baúl, sillas, mesa y banco; de las paredes colgaban cuadros de paisajes o bodegones y algún mapa amarillento. Los dormitorios eran sencillos.

Catálogo de molinos de extracción de agua elaborado por el Consell de Mallorca (2004). Estos ingenios están protegidos por el PGOU del Ayuntamiento de Palma.


Uso y función
Precisiones de uso y función
Participantes/ ejecutantes
Producción de hortalizas

Hombres y mujeres de todas las edades, solteros o casados, niños... Los Hombres se dedicaban a trabajos más duros como labrar y segar, mientras las mujeres cavaban, sembraban y recolectaban.

Salvaguarda

Transmisión
Viablidad/ riesgos
Valoración del individuo/grupo/ comunidad
Usualmente de padres a hijos.

La mayoría de personas entrevistadas ven un futuro incierto desde el punto de vista agrícola en el Pla de Sant Jordi.

Medidas de salvaguarda tomadas por el grupo/ comunidad
Protección jurídico-administrativa/ reconocimiento patrimonial
Otras medidas de salvaguarda/promoción/ difusión
Actualmente, algunos horticultores de la zona se dedican a la agricultura ecológica, y se han promovido los huertos urbanos.
Los huertos del Pla de Sant Jordi se ubican en áreas ANEI, AIA intensiva y SRG (PTM Mallorca).

Recursos documentales

La Huerta de Levante en Palma de Mallorca
Noticia del establecimiento de la comisión que en virtud de Real Orden está encargada de llevar á efecto el desagüe, disecación y cultivo del Prat de San Jordi sito en el término de esta ciudad
Pla de Sant Jordi: història d'un poble. Capítol, Economia.
 
Pla de Sant Jordi: història d'un poble. Capítol, el Prat.
El Prat de Sant Jordi y su desecación. Separata del Boletín de la Cámara Oficial de Comercio, industria y Navegación de Palma de Mallorca, núm. 622.
Musa : Revista del Museu d'Història de Manacor : El patrimoni etnològic del Museu d'Història de Manacor. L'àmbit rural i domèstic. Catàleg del fons del Molí d'en Fraret
 
Noticia del establecimiento de la comisión que en virtud de Real Orden está encargada de llevar á efecto el desagüe, disecación y cultivo del Prat de San Jordi sito en el término de esta ciudad.
De Re Agricola : Llibre de l'art del conró de Fontanet ; L'Orta de Ciutat ; Damián Reixach.
Eines tradicionals del camp de Mallorca
 
El Islam en las Islas Baleares. Mallorca musulmana según la Remembrança... de Nunyo Sanç y el Repartiment... de Mallorca.
El Paludismo y las murallas de Palma
Habitatges tradicionals : característiques arquitectòniques, tipològiques i constructives dels habitatges en sòl rústic a Mallorca
 
Les Illes Balears. Mallorca, el sud i sud-est
La importancia económica de Paul Bouvij.
Notes històriques sobre la propietat de la terra a Sant Jordi al segle XIX.
 
Els oficis de Sant Jordi
La població dins l'espai del Pla de Sant Jordi (Mallorca)

Información técnica

Fecha de realización
Actualizaciones de la ficha
Personas investigadoras
30/12/2020

David Albert Vázquez

Persona validadora
Personas redactoras de la ficha
Aina R. Serrano Espases
David Albert Vázquez

Interpretación

Significación simbólica
Significación socioeconómica

El futuro del Pla de Sant Jordi en lo referente a la horticultura pasa por un crear un parque agrario, lo cual conservaría el paisaje a la vez que éste sería productivo. Pero este proyecto depende de las Instituciones insulares como de las estatales y de las europeas. Cabe defender el paisaje y encontrar un equilibrio entre el turismo, la industria derivada de la agricultura y las nuevas tecnologías. También se ha pensado en los huertos ecológicos; los huertos urbanos, en que los propietarios de los terrenos, ya mayores y jubilados, aprenden o alquilan parcelas para este tipo de explotación auto-suficiente.